Fusilamiento

 




Fusilamiento

Oscar Eduardo Espinoza Aispuro

 

 

De pronto, en 1944, Georges Blind, miembro de la resistencia francesa, fue capturado por una patrulla nazi. Condenado a muerte, debía morir fusilado. Entonces, fue llevado -con las manos atadas una con otra y detrás de su espalda- enfrente de una pared, y delante de él había un pelotón conformado por alrededor de trece alemanes y su respectivo sargento, quienes apuntaban sus armas hacia él, en pleno sol radiante de octubre.

 

Ante tal postal, Georges sonrió, lo que desconcertó y enfureció al sargento, por lo que bajó su arma y se acercó hacia él unos cuantos pasos y gritándole

dijo:

 

-       Por qué sonríes, bastardo. ¿A caso no sabes el futuro que te depara? Ésta es la prueba de que los franceses deben ser exterminados sin piedad. Su locura y falta de racionalidad nunca han beneficiado a la raza humana; son las bestias tontas de Europa.

 

A lo que Blind, manteniendo su sonrisa, respondió serenamente:

 

-       Cuando un hombre es condenado por sus principios, acepta alegremente su destino.

 

-       ¡Vaya principios!, que por estos morirás.

 

Y el sargento se volteó sin esperar respuesta, creyéndose victorioso, mas Georges le contestó:

-       Y yo me pregunto si alguna vez tú o alguno de tus perras han vivido. No son más que títeres de la escoria, y por lo tanto escoria son. Ustedes siguen órdenes y no piensan, esa es la verdadera inteligencia nazi. Miserables.

 

Sabiéndose humillado ante sus subordinados, inmediatamente se volteó, a paso acelerado se le puso a un lado y le apuntó su pistola en la sien: 

 

-       Escúchame imbécil francés. Yo me encargaré de tu sufrimiento, pues yo mismo seré quien te torture.

 

-       Calla, que tu aliento me da asco. Ciertamente, tú me das asco, pero en cambio tu esposa y tus hijas…

 

Entonces, el alemán le escupió y le dijo:

 

-       Comienza aquí tu tortura. De ti dependerá el dolor que sientas antes de morir. Será una acuchillada por cada respuesta negada y una menos por cada contestación que des. Empezaré con los ojos, seguiré con tus pequeñas bolas y terminaré por tus piernas.

 

Georges, mientras le recorría la saliva del sargento desde la frente a la boca, sin posibilidad de limpiarse, respondió:

 

-       Puedes torturarme lo que quieras, no hablaré, ¿qué te hace creer que traicionaré todo lo que soy justo momentos antes de morir? Dejaré de vivir siendo fiel a mí, y tú, ¿a quién le eres fiel?

 

Esas fueron sus últimas palabras, pues fue torturado tal como lo prometió el nazi. A pesar de esto, no dijo una sola palabra, a excepción de insultos.

 

A la mañana siguiente, tras el descanso del pelotón, en la lejanía del campamento, fue encontrado muerto el sargento, colgado desnudo de la rama de un árbol. Había dejado su uniforme doblado en el asiento de una silla, y arriba de éste, junto a su gorra, dejo un papel en el que estaba escrito: “He peleado una guerra que no me correspondía”.

 

 

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