Robertita se queda en casa

 



Robertita se queda en casa

-Uno, dos, ocho, diez días... ¡Yupiiii, sigo en mi casa! - gritó Robertita muy feliz. Su maestra le explicó que todos los animales del bosque estaban en confinamiento, es decir, sin salir de sus casas para evitar enfermarse. Unos días atrás habían ordenado cerrar las escuelas del bosque porque una “enfermedad con corona”, como decía Roberta, estaba contagiando a todos los monos del lugar, especialmente a los más viejitos.

 

Robertita ama a su abuela. Pensó que sufriría mucho si algo le pasara a ella. Solo por eso, se sintió contenta de no asistir a su escuela, a pesar de que allí tiene muchos amigos y amigas. Además, tiene una profesora que se parece mucho a su mamá. Ella le enseña muchas cosas interesantes.

 

–Robertita querida –le había dicho su maestra– mientras estás en casa, no olvides lavarte las manos muy bien y muy seguido, con jabón, en el agua limpia del río, que ahora está más clara que nunca. Ten siempre un pedacito de hoja de plátano y tápate la boca al toser y si estornudas: “¡Achúuu!”, dobla el brazo y cúbrete con la parte interna del codo. Recuerda ayudar a tu mamá a mantener limpio tu árbol.
 –Sí maestra, lo prometo –contestó Roberta. 

 

–Usted también cuídese, por favor. Estaremos en contacto a través de la Red de Lianas que usted inventó para mantenernos comunicados. –Muy bien, Roberta –dijo la profesora–, cada uno de los alumnos tiene su soga con una campanita. –Cuando suene, sabré que usted nos está llamando para seguir las clases. Quisiera abrazarla como todos los días, pero sé que debemos guardar distancia –se despidió Roberta sonriendo.

 

Juanito, su mejor amigo, también estaba feliz en su árbol. Su mamá mona inventaba cada día una nueva actividad para que él se divirtiera y no extrañara a su papá. Él es el mejor policía del bosque y tenía que cuidar que nadie salga durante el encierro. –¡Roberta, Robertita! –llamaba Juanito desde el otro árbol a su amiga–. ¿Qué estás haciendo? –Saltando de rama en rama en mi árbol –contestó agitada Roberta–. Estoy recolectando frutas, reconociendo las flores y su perfume, también el trinar de los pájaros. ¿Sabías que, con tanto ruido de las ciudades cercanas y tanto smog, hace mucho tiempo que no oíamos a los pájaros, ni disfrutábamos del olor de las orquídeas? Y tú, Juanito, ¿qué estás haciendo? –preguntó a su amigo.

 

–Aquí en mi árbol. Mi mamá me acomodó unas ramas para que me acueste y lea mi libro favorito –le contó Juan–. Sabes Roberta, subí también a mi mascota, dicen que no se contagian y es seguro que estén con sus dueños. –Ayer –contestó Robertita– yo también me acosté y entre las ramas me puse a mirar el cielo, nunca había estado tan azul. Me encanta ver las formas de las nubes. Hasta pude observar una guacamaya de verdad, que estaba volando, solo mi abuelo las había visto antes. –¡Yo también lo hice! –dijo Juan–, un día vi un enorme dinosaurio y sentí miedo, pero rápidamente se desvaneció. Así pasa con las cosas tristes, no duran para siempre. Así mismo va a suceder con esta enfermedad.

 

Desde otro árbol, el monito Sebas, que también era amigo de Roberta y Juanito, intervino diciendo: –¡Qué suerte tienen ustedes! Yo estoy muy aburrido y no sé qué hacer. Me la paso solo acá en mi silla de ruedas. Extraño ir a la escuela. Lo peor es que aún falta mucho para terminar este aislamiento. No me gusta este encierro, quisiera ir a jugar con ustedes. 

 

- ¡No puedes, Sebas! - le contestó Juanito-. Si nos abrazamos, si nos saludamos estrechándonos las manos, nos podemos contagiar. Lo que podemos hacer es contarte lo que estamos haciendo y jugar juntos, pero de lejitos. –Sabes que Robertita estaba recogiendo frutos, los va a dejar cerquita del árbol donde vive el vecino más viejito, él ya no logra trepar a las ramas más altas. –¿Qué te parece si preparas una torta de plátano con ayuda de tu mamá para dársela al vecino? –le propuso Juanito a Sebas.

 

Juan es un mono muy curioso. Estaba muy bien informado sobre cómo afectaba “la enfermedad con corona” a los animales. Lo aprendió en la red de la profesora. Allí todo estaba explicado de una manera sencilla. La maestra les anticipó que investigaran solo en su Red de Lianas pues hay otras redes que no son buenas para los monitos y difunden muchos rumores. –¡Gran idea! –gritó Sebas– me encanta hacer recetas y quiero ayudar también al vecino. –¡Hasta mañana, amigo! –gritaron Robertita y Juanito –, duerme bien y sueña feliz con el encuentro “de lejitos” que tendremos mañana.

Al otro día, Roberta y Juan llamaron a su pequeño amigo. –Sebaaas, Sebaaaas, ¡ya vamos a jugar! –Ya estoy aquí, esperándolos –contestó ansiosamente Sebas. Desde las ramas de su árbol lanzaron aviones hechos con hojas. En ellos habían dibujado corazones y escrito mensajes cariñosos para sus vecinos. Luego comenzaron a gritar todas las vocales: AAAAAAA, EEEEEEEEEEEEEEEEEEE, IIIIIIIIIIIIIIIIII, OOOOOOOOOOOOOOOOO, UUUUUUUUUUUUU. La más chistosa era la UUUUUUUUUUU. ¡Ver la boca de Sebas era chistosísimo!

 

–Juan, Juanito, ¿dónde estás? –gritaba la mamá del curioso monito. –Mamá, no te asustes, no pasa nada. Estoy jugando con mis amigos –le explicó Juan–. Estamos en medio de un concurso divertido. Luego Robertita comenzó a cantar, Juanito y Sebas siguieron el ritmo, golpeando ramitas, haciendo sonidos con hojas y aplaudiendo felices. –Corona, coronavirus, coronaviiiirus, sabemos tu debilidad, le temes al agua y al jabón, si no nos tocamos, no puedes saltar ni brincar entre nosotros. Cooorooona, cooronavirus, coroooonavirus, ¡te venceremos!

 

Todos los días, los tres monos se hablaban, cada uno desde su árbol, e inventaban mil maneras de jugar, después de acabar sus tareas. Aún no sabían cuándo volverían a su escuela, pero mientras tanto, igual que la primavera que se acercaba, seguían creciendo, floreciendo y sobre todo .... ¡VIVIENDO!

Autor: Erendira Ubamea

Comentarios

  1. Cuántos aprendizajes significativos hemos tenido con ésta Educación a distancia y revalorado nuestro existir!... felicidades Erendira 👏😘

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